
Introducción: ¿Por qué Ocurren las Rabietas en Niños Pequeños?
Vamos a ser sinceros, todos los padres hemos pasado por esto: rabietas, berrinches, esos momentos en los que tu hijo parece convertirse en un pequeño huracán de emociones descontroladas. Y sí, son parte de la vida. Los niños pequeños, especialmente entre los 2 y 3 años, están en esa fase en la que no saben cómo decir lo que quieren o lo que sienten, así que recurren al grito, al llanto y a veces hasta a tirarse al suelo.
Esto pasa porque, aunque suene increíble, ellos también se frustran. No saben manejar esa mezcla de emociones y simplemente explotan. Y bueno, es normal. No puedes evitar que sucedan, pero sí puedes aprender a manejarlas mejor y reducir esos momentos. Así que respira hondo y vamos a hablar de cómo sobrevivir a las rabietas. Si yo lo conseguí…..Tu también puedes!
El papel de los padres: cómo manejar las rabietas en casa
En casa es donde más nos relajamos, pero también es donde más rabietas suelen aparecer. A veces por cosas tan pequeñas como una galleta rota (¡vaya drama!) o porque no puedes leer su libro favorito justo en ese momento. Y, seamos claros, aunque no siempre las entendemos, para ellos son el fin del mundo.
Lo importante aquí es tener una estrategia pensada, un Plan «Protocolo Rabieta». Los niños pequeños necesitan tener una estructura, saber qué esperar. Eso les da seguridad. Además, una cosa que siempre me ha funcionado es hablarles de sus emociones. Cuando están a punto de estallar, les puedes decir algo como: “Sé cómo te sientes porque no puedes hacer esto ahora». Yo a veces también me siento triste/enfadado/frustrado/decepcionado, pero lo haremos más tarde”. A veces ayuda, a veces no, pero lo que sí es clave es que les das herramientas para que poco a poco aprendan a identificar lo que sienten, a ponerle nombre.
Y lo más importante: no olvides que tu hijo te está mirando todo el tiempo. Si te ve perder la calma, lo va a imitar. Como mencioné en mi experiencia, los niños no aprenden lo que les dices, sino lo que haces. Así que mantener la calma (aunque cueste) es esencial. Cuanto más tranquilo estés tú, más fácil será que tu hijo aprenda a calmarse también. Aunque enseñar lo que nunca te enseñaron suene complicado.

Rabietas en lugares públicos: estrategias para controlarlas
Ah, las rabietas en público… Ese momento en el supermercado en el que te gustaría que la tierra te tragara. O en medio de la calle, rodeado de miradas. Esto puede ser de lo más incómodo, lo sé. Pero lo importante aquí es enfocarte en lo que de verdad importa: tu hijo.
Cuando estalla una rabieta en público, olvídate del mundo. Deja de pensar en las miradas de los demás, en lo que estarán diciendo o pensando. Al final, lo único que importa es cómo estás manejando la situación con tu hijo. Mantén la calma (sí, otra vez), ponte a su altura, háblale con una voz tranquila y suave, y hazle saber que estás ahí para él. ¡Papa está contigo!
Una técnica que me ha funcionado es intentar distraerlo. Si ves que está a punto de explotar porque no quiere que le pongas el cinturón de seguridad en el carrito del súper, intenta ofrecerle algo interesante: “Oye, ¿y si buscamos juntos la caja de galletas?”. O a veces, solo necesitas cambiar el tema completamente: “¡Mira qué zapatillas tan chulas tiene esa persona!”. Lo importante es desviar su atención antes de que la rabieta se descontrole.
Disciplina positiva: enseñando a los niños a manejar sus emociones
Algo que me ha funcionado bastante es la disciplina positiva. Suena un poco formal, pero en realidad es algo súper simple: en lugar de castigar a tu hijo cuando tiene una rabieta, enséñale cómo manejar sus emociones.
Cuando veas que está frustrado, dale un nombre a esa emoción: “¿Estás molesto porque no puedes tener el juguete ahora?”. Esto le ayuda a entender lo que está sintiendo, y aunque no lo creas, poco a poco va aprendiendo a manejar esas emociones.
También puedes ofrecerle opciones. A los niños les encanta sentir que tienen cierto control sobre su vida, así que en lugar de decirle «no puedes hacer esto», dale una alternativa: «Ahora no puedes jugar con eso, pero podemos hacerlo más tarde o elegir otro juguete». De esa manera, la sensación de frustración disminuye.
Técnicas para Calmar a un Niño Durante una Rabieta
¿Te ha pasado que tu hijo empieza una rabieta y no ves la manera de calmarlo? A veces, lo mejor es simplemente esperar a que pase, pero también hay cosas que puedes intentar.
Una que me ha servido es la distracción. Si ves que está a punto de explotar, intenta cambiar su foco de atención: “Oye, ¿qué tal si jugamos con este cochecito?”, o incluso algo tan sencillo como hacer una pregunta inesperada. A veces, simplemente sacarle de ese estado emocional con algo nuevo puede funcionar.
Otra herramienta poderosa es el humor. A veces, cuando todo parece perdido, hacer algo tonto o gracioso puede romper el hechizo de la rabieta. Si lo haces reír, lo habrás ganado. Y claro, no te olvides de las respiraciones profundas. Aunque parezca difícil en el calor del momento, mostrarle cómo respirar profundamente puede ayudar a ambos a calmarse. «Vamos a respirar juntos…1…2…3» quizá sea una de las frases que más he repetido como Padre.
Cómo Mantener la Calma Como Padre en Momentos de Estrés
Ahora viene lo más difícil: cómo mantener la calma tú. Cuando estás en medio de una rabieta, rodeado de gente o con los nervios a flor de piel, es difícil recordar que necesitas estar tranquilo. Pero créeme, es clave… Y una buena razón para ir a terapia.
La mejor manera de hacerlo es preparándote mentalmente antes de que ocurra. Practica respirar profundamente antes de que estalle la tormenta. Si sientes que te vas a desbordar, recuerda que no pasa nada si tomas un segundo para respirar y recomponerte. Aunque llegues un poco tarde, aunque pagues más por el parking… es mejor hacerlo bien 10 veces, que comerte una rabieta 2 veces por semana, ¿no? Y lo más importante: trata de no pensar en lo que los demás piensan. Lo que importa es tu hijo y cómo estás gestionando la situación.
Consejos para Reducir la Frecuencia de las Rabietas
Por último, aunque no podemos evitar todas las rabietas, sí hay formas de reducir cuántas veces ocurren. Una de las mejores estrategias es mantener una rutina consistente. Los niños se sienten más seguros cuando saben qué esperar. Así que intenta que los días sean predecibles: la hora de la comida, la hora del baño, la hora de dormir… Todo en su lugar.
Otra cosa que me ha funcionado es premiar el buen comportamiento. A veces, los niños recurren a las rabietas porque es la única forma en la que reciben atención. Si comenzamos a elogiar y prestar atención cuando hacen algo bien, es más probable que repitan esos comportamientos. Un simple “¡Qué bien te has portado hoy!” puede hacer maravillas.
Y, por supuesto, paciencia. Manejar rabietas es un trabajo a largo plazo. No se resuelve de la noche a la mañana. Pero con constancia y amor, puedes ayudar a tu hijo a aprender a gestionar sus emociones.